lunes, 21 de diciembre de 2009

NAVIDAD, EPOCA DE AMOR Y PAZ... SEGURO QUE SI.


Tilín Tilín, tolón tolón, jojojo, piiiiiiiiiiiiiiiiiiii, ¡¿anormal, no ves que ahí voy a estacionar yo!?. Señoras y señores, bienvenidos a la Navidad.

Esta fiesta que trasciende credos y religiones, que todos celebramos por igual, con brindis y uvas y cuetes y regalos, bla, bla, bla.


Hoy me tocó salir a la selva a conseguir los tan ansiados regalos. Inicio del estrés festivo. ¿Qué regalarle a los seres queridos? (que aunque nos quieran generalmente no dudan en poner cara fea cuando abren el regalo y éste no es de su agrado). Este año decidí salir con una estrategia planeada, como la que las viejas que ganan las promociones de “todo lo que pueda cargar en el chango en un minuto es suyo” arman para tratar de exprimir al desafortunado supermercado sin quebrarse la cadera en el intento.


Primera parada: el cajero automático. Seamos sinceros, duele. Duele en el corazón sacar esa cantidad de dinero para comprar muchas cosas que no vamos a disfrutar. Si, si, ya sé, la alegría de compartir con el prójimo, etc, etc. En fin, mientras guardaba la plata en la cartera me dije: “pensá que no te toca ir a una juguetería”. El consuelo del tonto, porque cinco minutos después estaba en un lugar peor, mucho peor.


Segunda parada: Grandes Tiendas Montevideo. Santa Madre de Dios. ¿Qué puede ser peor que GTM un 23 de diciembre? GTM un 23 de diciembre con corte de luz. Fue como entrar un una máquina del tiempo (y perdón por el lugar común) y volver a los inicios de la humanidad. La supervivencia del más fuerte. La desesperación por el alimento (bueno, por la prenda de vestir). Por suerte, la penumbra me evitó ver el espectáculo directamente: señoras tirando de una camiseta (la última, obviamente), luchando por quedarse con ese item que seguro hará que el afortunado ser querido que la reciba en Nochebuena, sea todo lo feliz que pueda con esos $59.90 de puro amor.


Haciendo un paréntesis, quiero decir: “cajeras, empleadas, encargadas del Uruguay, a luchar porque su trabajo sea declarado insalubre y se puedan jubilar rápido”. Porque somos malos como clientes. El 90% de la gente que entra a una tienda con mucha gente tiene incontinencia. Esa es mi conclusión. Una los ve haciendo la cola para pagar la compra, retorciéndose. Si, se contonean, se mueven, saltan, bufan, y lo más importante, tienen cara de sufrimiento. Todos esos síntomas para mí son la señal para alejarme porque en cualquier momento salpica. O la otra posibilidad es que son uruguayos, dejan todo para último momento y realmente están apurados porque estacionaron en doble fila. Ayuda, Occam, ¿cuál te parece la opción verdadera?


Volviendo a mi maravilloso día, luego de lograr sobrevivir a ese pandemonio (sin aire acondicionado, obviamente), salí ufana con mi primer bolsa. Uno menos, cinco para terminar.


Siguiente parada: disquería. Muy mala idea. Al abrir la puerta (les juro que esto es pura verdad), veo un pichón de Satanas apuntándome al pecho con algo plástico con forma de pistola de agua. En ese milisegundo disociado del tiempo real, me reí de mi misma porque pensé que me iba a mojar con ese artefacto. “¡Qué bobeta! ¡No me va a mojar en plena tienda!” Hasta que lo ví venir, al chorrito, derechito, derechito. Podrán imaginar mi mirada de asombro y mi inoperancia extrema. Estaba paralizada, no podía reaccionar y lo que es peor, no me podía alejar del peligro. Mi victimario, ni lerdo ni perezoso, siguió atacándome con el arma hasta que a la lejanía se oyó el grito salvador: “[nombre del niño], ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?, ¡!VENÍ PARA ACA INMEDIATAMENTE!!”. Debo confesar que en ese momento sentí lástima por la pobre criatura, que estaba haciendo un acto de levitación con la ayuda del brazo de su madre. Y el peor momento. Con esa psicología “new age” le dice: “¡le pedís disculpas inmediatamente a la señorita!”. Señora, yo no quiero ser parte de la educación de su hijo, entiéndalo. Con cara de “en-cualquier-momento-empiezo-a-hacerte-un-escándalo-mamá-mala” me pide perdón. Y, ¿qué le digo yo?. No lo vuelvas a hacer más, portate bien si no Papá Noel no viene, Papá Noel no existe, muahahaha! (con esta estuve tentada pero me contuve, bien yo). Me decidí por un debilucho: “está bien, no pasa nada”. Y con el orgullo roto y el buzo mojado, salí a buscar el disco. Cuando me acerco a la caja, veo al sudoroso empleado, completamente desbordado por la gente que le pedía discos, precios, tarjetas, hasta un baño le pidieron al desdichado ser. Estuve a punto de decirle con ese tonito de- yo- te- entiendo- hermano, yo- también- detesto- las- Fiestas”: “linda la Navidad, ¿no?”. Pero justo a tiempo vi que a mi lado estaba parada una monja y me refrené porque lo último que necesitaba en ese momento era un sermón sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo, alabado sea Dios. De una monja. En una disquería.


Listo, solo faltaban cuatro. En ese momento, todo comenzó a fluir. Quizás, luego de haber desembolsado los primeros pesos, todo se hace cuesta abajo. Ahora, regalo de amigo invisible. Parece mentira, con lo tacaña que soy, sería lógico pensar que el tope de precio que acordamos sería algo que respetaría a rajatabla, pero no. Para no romper la tradición, por tercer año consecutivo, me pasé del límite. Pero a esa altura, poco me importaba, solo quería terminar con la maldita misión.


Tres, dos, uno, cero. ¡Prueba superada! Quisiera decir que la alegría me duró un rato pero no fue así. Porque enseguida comencé a cuestionarme todos los regalos que había comprado: ¿no tendrá una igual?”, “¿le gustará?”, etc, etc.


Creo que ya quedó claro el siguiente punto: odio Navidad. ¿Se nota?. Pero voy a ser una buena prójima y le voy a llevar un Gatorade al pobre gil que está sentado en la esquina, vestido como un esquimal con 40 grados, para fomentar el espíritu navideño. Él no tiene la culpa que la gran mayoría practique el cinismo en nuestra sociedad.



NOTA: según la RAE, cinismo significa: “Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”.

¡Vituperables búsquenla ustedes!

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