jueves, 21 de enero de 2010

Balance para psicofármacos

Como todo ser humano, en Año Nuevo hice el correspondiente balance y después me agarré un puñetero pedo (en La Paloma, no en Madrid). Pero en limpio, digamos que no saqué demasiado.
Veamos:

- Trabajo: bastante bosta. Tiene sus buenos momentos (por suerte), pero no abundan. Demasiado seguido me están dando ganas de romper un matraz contra la mesada y salir a cortar gente por ahí. En fin, tengo que agradecer que tengo trabajo (el consuelo del bobo).

- Amistades: del 1 al 10, 15. Últimamente estoy pensando que soy la hija no reconocida de Roberto Carlos, TODOS, absolutamente, TODOS (repito en mayúsculas para darle fuerza a la idea) quieren ser mis amigos. SOLO mis amigos. ¡Qué alegría! ¡Qué gozo infinito! ¡Cómo mola! (tengo que dejar de ver la versión gallega de "House M.D." en internet).

- Dinero: bien. No soy Rico McPato pero la voy llevando con gracia.

- Peso (corporal): el subibaja de la balanza me está dejando unas marquitas blanquitas preciosas en todo el cuerpo... Pero, podría ser peor.

- Electrodomésticos: alguna que otra adquisición hubo por ahí. Una heladera más grande, pero más vacía. Un televisor más grande, pero con menos sintonía.

- Relaciones personales: uff, en pila. Con el portero, con las señoras que atienden la panadería de abajo, con los guardas de CUTCSA, con mi vecina del tercero, con los guardias del laburo, con el "delivery boy" de la pizzería, con el portero.

- "La-palabra-de-cuatro-letras-que-no-quiero-nombrar-pero-empieza-con-A-y-termina-con-MOR": esteeeee, si estuviera todavía en el Liceo, digamos que me habría ido a Recuperación hace mucho tiempo. A veces me da un poco de miedo ser tan reprimida. Tengo miedo que algún día, me salte la térmica, hagan cortocircuito las neuronas y eche por la borda toda mi sutileza y disimulo, y termine al mejor estilo hollywoodense, colgando un pasacalle en el medio de la calle, con muchos corazones y querubines rechonchos con arpitas rodeando un "TE QUIERO".

Por suerte para el mundo, todas las mañanas, me tomo religiosamente la pastillita verde. La de la esperanza.

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