jueves, 1 de octubre de 2009

Transporte Colectivo Urbano



















¡Qué nunca nos falte! Es la dosis necesaria de "pueblo" que todos necesitamos para mantener los pies en la tierra. Quien no haya experimentado la sensación sublime de subirse a un ómnibus montevideano un lunes a las ocho de la mañana o un viernes a las seis de la tarde, no puede llamarse a si mismo, montevideano.

Si, a ustedes, poseedores de autos que no frenan en los semáforos, les estoy hablando. No se hagan los desentendidos... cuánto conocimiento de la dinámica ciudadana les falta.
¡Cuántos paros se han perdido! ¡Cuántas caminatas bajo la lluvia o bajo el sol de verano (ese que te parte el cráneo en cuatro pedazos) no han vivido!. Les tengo lástima. El calor humano que emanan las cincuenta personas colgadas de los caños en los pasillos cuando llueve y estamos todos juntitos, bien pegaditos, es algo que te acaricia el alma. Las puteadas y las caras de culo cuando no podés levitar hasta la puerta trasera y tenés que rozar tu humanidad contra la del resto de la gente.... la gloria absoluta.

Tengo que confesar mi adicción. Me encantan los bocinazos, los insultos del chofer, las viejas, los vendedores de incienso (que te dan alergia con solo verlos), los vendedores de caramelos de "eucalito", medias, fundas para celulares, libros de tarot, horóscopos, cortauñas, pinzas de cejas, cotonetes, curitas, ondulines, "icekis", Hamlet; los cantantes buenos y los malos (más aún), los inspectores, los liceales, los gurises que lloran sin parar, los payasos, los contadores de chistes, los botijas de Remar, los desempleados. Soy adicta a ellos y a todo el resto de la fauna urbana que circula en el Transporte Colectivo Urbano.

1 comentario:

  1. Hermoso cuando te toca ir en la fila del medio de un COME lleno... quiero un Fiat 1 ya!!

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