viernes, 11 de septiembre de 2009

Resumen de cuentas....

Hay inventos que quedan unidos a su inventor por el resto de la historia de la humanidad. La imprenta, la bombita de luz, el teléfono, la televisión... Eso es porque esos inventos han modificado nuestras vidas de cierta manera, la han transformado a lo largo de las décadas, se han hecho imprescindibles en nuestra cotidianidad. Sin embargo, hay otros inventos que se han metido subrepticiamente en nuestra rutina diaria, por la puerta trasera... sin avisar. Y se han hecho parte de ella, de manera casi artera.
Yo soy una mina a la que le gusta pagar al contado. Junto los billetitos arrolladitos en la cartera,
y cuando los tengo todos, salgo para el lugar que sea a comprarme ese librito, ese jeancito, esa camperita o esa mierdita inútil que vi en una vidriera paqueta de una tienda de Shopping. Da igual. Lo importante es que yo tenía un esquema. Plata en mi mano=objeto en la vidriera. Plata en mano del vendedor=objeto en mi bolsa. Simple, sencillo y limpio. Hasta que todo cambió.
La desgracia vino dentro de un sobre, a mi nombre, hace casi un año. Yo no la pedí. No llamé sollozando por su presencia en mi vida, no supliqué ni rogué para tenerla. Sin embargo, llegó. Supo encontrar su camino hasta mi. Me refiero a ese invento bastardo, sin padre conocido que se haga responsable por sus actos... la tarjeta de crédito.
Que pedacito de plástico más al pedo. Solo sirve para endeudarte. Ni siquiera abre puertas como en las películas. Como les contaba, llegó una tarde a mis manos. Al principio, mantuvimos una relación algo tensa. La mantenía escondida, pretendía olvidarme de su existencia. Ella no decía nada, solo esperaba su oportunidad... hasta que la tuvo. Una mañana en la que estaba deprimida, con SPM, suelta entre las expos, enloquecida, me gasté todo el efectivo que previsoramente había decidido llevar para gastar. Pero yo quería más. Estaba insaciable. Y entonces me acordé de su existencia. Y fue la perdición. Como cuando estás haciendo dieta, y de repente, algún ser despreciable te pone una caja de bombones enfrente... "Uno solo" pensás, te autoconvencés. Y para cuando recuperás la conciencia, ya tenés toda la cara llena de chocolate.
Este mes toqué fondo. Recibí el resumen de cuentas... Solo lo miré una vez. Todavía no me le he acercado nuevamente. Me queda una mínima esperanza.. Espero que ese número que vi debajo de la casilla de "Pago Mínimo" haya sido una alucinación causada por la fiebre que me ha tenido postrada estos días. Si no es así... estoy en problemas.

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